La contundente derrota por 3-0 sufrida a manos del Newcastle ha sumido al Manchester United en una profunda reflexión. La junta directiva, manteniéndose herméticamente silenciosa, parece conceder al entrenador Erik ten Hag un voto de confianza tácito, resistiéndose a precipitar una decisión que implicaría una severa compensación financiera estimada en 17 millones de euros.
Esta postura podría interpretarse como una mezcla de prudencia económica y esperanza estratégica, aunque la situación deportiva es lejos de ideal, alejados de los codiciados puestos que dan acceso a la Champions League y con la reciente eliminación de la EFL Cup, el margen de error para Ten Hag se estrecha peligrosamente.
Cada partido perdido incrementa la presión, y la paciencia, aunque costosa, no es infinita. El futuro del holandés en el banquillo, ahora más que nunca, pende de un hilo, sujetado fuertemente por la realidad financiera y el deseo de estabilidad en un club que no puede permitirse seguir desviándose de la ruta hacia el éxito.
